lunes, 22 de diciembre de 2008

Depredadores nocturnos


Hace algunos años, no muchos por cierto, se creó una nueva especie en el Reino Animal: los tele-vendedores bancarios. Estos espécimenes parecen salidos de un manifiesto nietzscheano, superando al hombre en la generación de una coraza contra cualquier tipo de sentimientos o valores que lo hagan débil y, por ende, vulnerable. Hace unos meses, Rafo León inició una campaña a favor de la extinción de esta especie inescrupulosa e insensible, arremetiendo en contra de instituciones financieras de sólido prestigio - no muy sólido ahora en medio de la crisis - como Citibank, entre otras. El denunció públicamente como unos tele-vendedores lo acecharon y atacaron durante consecutivos fines de semana, arrojándole llamadas en horario de trasnoche, ya sea viernes o sábados, incluso domingos, invadiendo por completo su privacidad y destruyendo su breve tranquilidad. Yo seguí ávidamente la serie de artículos denunciantes en Somos, y mientras los leía, mi estómago enviaba señales de demencia asesina a mi cerebro, alimentándolo de odio, como el efecto que genera en los perros el oler una prenda del criminal para poder despedazarlo a mordiscones al momento de identificarlo en vivo y en directo.

Así pasaron los meses, y los tentáculos de estas bestias salidas de los laboratorios bancarios me alcanzaron. El ataque fue masivo. En un mismo fin de semana recibí llamadas de dos agentes del Citibank, de un agente de Interbank y de una fulana de Americatel. Esta última nada tenía que hacer con los bancos, pero las mutaciones también ocurren en esta especie, como en cualquier otra. Me encontré pues ante una amenaza insospechada, sorpresiva y apabullante. Mi primera reacción - contra uno de los individuos del banco norte americano - fue utilizar la razón y el diálogo, instrumentos de comunicación que yo defiendo y practico con devoción. Inútil. El intentar esta vía resultó en una conversación sin pies ni cabeza con un espécimen desconocido como todos ellos, un sábado a las 8 pm, mientras esperaba a mi esposa para salir a comer. La conversación acabó a capazos - o más o menos - cuando decidí colgarle amablemente, pidiéndole - rogándole - al vendedorito que no me vuelva a llamar a esas horas a mi casa.

Los siguientes episodios - excepto el de la compañía de comunicaciones de las cuatro bataclanas vestidas de azul, al cual me referiré en otro artículo - fueron parecidos. La última llamada que recibí, o mejor dicho, la reflexión que hice luego de ella fue lo que me animó a escribir este artículo, y acaso, a crear este blog orientado a denunciar y criticar a nuestra aberrante sociedad y su principal depredador: el ser humano. Esta vez la conversación no duró mucho, de hecho diría que no llegó ni a los treinta segundos. Mientras el animal de voz humana estaba por decir su segunda frase después del obligado "Buenas noches señor Monge" - eran las 9 pm de un viernes - yo arremetí con un cortante y asertivo "No vuelva a llamar por favor" - siempre deslizo el educado "por favor", supongo que porque así me educaron mis papás. El ser al otro final de la línea contragolpeó, pero mi frase fue creciendo en tamaño gracias a los decibeles que le proveía, hasta que al final, al darme cuenta de lo inofensiva que resultaba mi venganza, propiné el golpe demoledor que lo han usado todos mis antepasados: el contundente "Sabe qué? Váyase a la mierda!". Así, hablándole de usted, para hacerlo no más respetuoso - no caben respetos cuando mandas a la mierda a alguien - sino más impersonal, más distante, y por lo tanto, más insultante. Lo que sucedió luego con el humanoide no puedo saberlo, pero traté de imaginármelo, y este ejercicio mental me dejó desconcertado y ciertamente deprimido. A continuación, describo, paso a paso el raciocinio revelador:

Un tele-vendedor (nombre común de esta especie) trabaja normalmente ocho horas diarias. En algunas ocasiones pueden hacer turnos de doce horas. Durante su jornada, dedican el 100% de su tiempo a realizar llamadas a personas que figuran en su mal habida base de datos - díganme quién coño les dijo que quería estar en ella si ni siquiera soy su cliente. Una llamada sin éxito de venta, que deben ser la gran mayoría, debe durar entre 30 segundos y un minuto. Una llamada exitosa podría durar unos cinco minutos, ya que incluye la descripción en detalle del producto en venta, más la aceptación y cierre de la venta. Si consideramos un optimista 5% de éxito durante una jornada podemos decir que un TVB (siglas para tele-vendedor bancario) realiza unas 3 llamadas exitosas en una hora y unas 45 fallidas. Si pensamos en las llamadas fallidas y otorgamos un 5% a aquellas que acaban en el popular y poco utilizado "Váyase a la mierda" - estamos en el Perú y, lamentablemente, somos todavía muy respetuosos y poco quejones ante los agravios de las empresas e instituciones -, podemos decir que un TVB es mandado a la mierda unas 2,25 veces por hora. Esto significa que un TVB recibe un pasaje gratis al paraíso de los indeseables unas 18 veces durante una jornada de trabajo, osea, unas 108 veces por semana, lo que da unas 5.616 veces por año. Puedo creer, entonces, que un TVB es permeable a mis insultos? De ninguna manera!!! Un TVB posee poderes superiores, que lo hacen insensible a la ignominia, al vejamen y al improperio. Son los superhombres de los que habló Zaratustra, y que se apoyan en nosotros, los débiles hombres, sensibles y sentimentales, para conquistar al mundo. No hay remedio, por ahora, ni arma letal que acabe con esta especie que nos cerca irremediablemente y nos lleva a la reinvención de nosotros mismos. Los bancos - lo dicen muchos expertos - son los verdaderos gobernantes del mundo, y han iniciado una ofensiva devastadora para ratificar su poder. Como los clones de "Star Wars", los TVB han venido para quedarse. Ojalá pronto nasca un Jedi, un Neo o un Mesías para salvarnos de esta terrible pandemia.

Hasta la próxima.